1 de Enero del 2014
La lluvia reina en la ciudad. El cielo encapotado marca el límite de los sueños de los madrileños y el asfalto esta frío, húmedo, viejo.
Los transeúntes caminan, algunos con prisa,otros carentes de ella, con rumbo a ninguna parte.
El estrés de la ciudad se hace nota el primer día del año. Diría que es algo que está patente durante los 365 días del año.
Una gran ciudad repleta de gente que te hace sentir tan solo que hasta resulta graciosa semejante paradoja.
Tanta gente, ocupada con sus quehaceres, de aquí para allá, sin tiempo para ver más allá de sus propias narices.
Los ricos paseando con sus trajes de gala por la gran ciudad, a cubierto con sus elegantes y caros paraguas. Indigentes pueblan las calles céntricas de la ciudad, pidiendo ayuda a gritos de silencio.
Ancianos pasean sin prisa a la par que sin respeto. Jóvenes que corren, jóvenes que fuman, jóvenes que beben.
La policía vigila, latente, a la espera de cualquier acontecimiento.
El tráfico inquieto, como hormigas trabajadoras que nunca paran.
Esto es Madrid.
Esta es mi ciudad.
Bienvenidos.
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